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No se ve lo que no se conoce

El buceo es un deporte cada vez más y más popular. Si bien no es una industria regulada, se estima que en el mundo, hay entre 6 y 9 millones de buzos recreativos activos. La pandemia de COVID, también afecto a esta actividad, y se cree que un 20 % de los negocios relacionados con el buceo existente antes de la pandemia, cerraron definitivamente sus puertas.

Los buzos están expuestos a sufrir un accidente descompresivo, que es causado generalmente por un rápido ascenso desde la profundidad. La incidencia de la enfermedad de descompresión, afortunadamente, es muy rara. Se estima que en buceo son de tres casos por cada 10.000 buceos, mientras que en buzos comerciales (incluidos los artesanales), oscila entre 1,5 y 10 por cada 10.000 buceos. La probabilidad de padecer un accidente descompresivo, depende de la duración y la profundidad del buceo.
La enfermedad por descompresión, también llamada “bends”, constituye un conjunto de manifestaciones clínicas que puede afectar tanto a los buzos como a otros operarios que trabajan en entornos presurizados (tuneladoras). La enfermedad se produce generalmente por burbujas de nitrógeno que salen de la solución en la sangre y en los tejidos.

Un buzo con enfermedad de descompresión puede experimentar diferentes manifestaciones como dolor en las articulaciones o irritación de la piel; hormigueo o entumecimiento; vértigo; y hasta la pérdida de la conciencia.

Durante una inmersión, el buzo se encuentra sometido a los lineamientos de la Ley de Boyle y Mariotte, que establece que el volumen de un gas guarda una relación inversamente proporcional a la presión. A medida que la presión disminuye, el volumen de un gas aumentará proporcionalmente, lo que significa que si un buzo contiene la respiración y asciende desde 10 metros de profundidad, el gas dentro de su sistema respiratorio, duplicaría su volumen. Esto puede desencadenar una sobrepresión dentro de los pulmones que puede llevar a la ruptura de los alvéolos pulmonares e introducir gas en los tejidos y/o vasos sanguíneos circundantes. Este cuadro puede desencadenar neumomediastino, neumotórax, enfisema subcutáneo o embolia arterial gaseosa.

La incidencia de este cuadro es mucho menor que la de la enfermedad de la descompresión, pudiendo ser de menos de 1 por cada 100.000 buceos.

El diagnóstico tanto de la embolia arterial gaseosa cerebral como de la enfermedad por descompresión, generalmente es por descarte de otras patologías que dan manifestaciones similares. No obstante, para llegar al diagnóstico presuntivo de cualquiera de las dos, lo primero que se debe hacer, es sospecharla, y para ello es de vital importancia tener un claro entrenamiento en el conocimiento de los signos y síntomas de cada una de ellas.

Hoy les traigo a modo de ejemplo, un incidente de buceo que a mi modo de ver, evolucionó a accidente con manifestaciones muy variadas y típicas de un cuadro de accidente descompresivo en un buzo, que oportunamente no las supieron reconocer.

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