En reiteradas oportunidades se nos consulta cual es la edad a la cual se puede enseñar a bucear a un niño y nuestra respuesta es puramente intuitiva. En la actualidad hay certificadoras de buceo que tienen o han tenido, diferentes niveles de iniciación en el buceo para los niños: SKIN DIVER/JUNIOR SKIN DIVER (8 años en adelante); SASY (Suministro de Aire por Snorkel para Jóvenes) 5 a 7 años; Bubblemaker (credencial de buzo restringido a piscinas) 8 y 9 años; SEAL TEAM (en piscina a máxima profundidad de 3,5 metros) 8 años en adelante; SCUBA RANGER 7 a 12 años (en “ambiente controlado”); SCUBA DIVER/JUIOR SCUBA 10 años en adelante; JR SCUBA PROGRAM 10 a 14 años; JR SCUBA Diver (credencial de buzo hasta 12 mts).
Cuando un niño va a bucear SCUBA hay que tener muy presente su desarrollo físico e intelectual. Evidentemente el niño/a no es un adulto pequeño. Es simplemente un niño/a. Desde el punto de vista físico un niño, como cualquier buzo, deberá estar en condiciones de poder cargar un botellón en la espalda, deberá tener la resistencia física para poder nadar contra la corriente, y lo que es más importante, deberá estar en condiciones de poder asistir a un buzo en emergencia y eventualmente arrastrarlo hasta la superficie y hasta la embarcación o la playa. Esto último puede ser una tarea sumamente difícil si al que tiene que socorrer es un adulto de unos 80 Kg. de peso. Generalmente el que solicita la aptitud para bucear de un niño, es su padre/madre, diciendo como él/ella va a ser la pareja de buceo de su hijo, y que en caso de emergencia él/ella podrá socorrerlo. Pero qué es lo que ocurre si el accidentado es el padre/madre y el niño tiene que socorrerlo?. En este caso tendremos muy probablemente una emergencia nueva con dos buzos accidentados.
Desarrollo psicológico/emocional. Debemos tener mucha atención en cuál será la respuesta de un niño ante diferentes situaciones de estrés, que si bien puedan ser apropiadas para su edad, muy probablemente no serán las más adecuadas para solucionar el inconveniente ante diferentes situaciones durante el buceo, debido a su madurez emocional. De acuerdo con la bibliografía ha habido niños que han perdido la vida buceando a la edad de 12 a 15 años en diferentes accidentes ocurridos en Norteamérica. Esto va de la mano de que dos de las más importantes certificadoras de buceo como son PADI y SSI, últimamente han bajado la edad de certificación para buceo de 12 a 10 años de edad. La mayoría de las asociaciones de buceo del mundo han tomado como edad límite los 12 a 15 años de edad. Para incrementar la seguridad cuando bucean los menores, aconsejan no realizar buceos con descompresión y a una profundidad no mayor de 12 metros. Sin embargo, está descripto el caso de un niño de 9 años de edad que fue tratado en Belice por haber sufrido un cuadro de aeroembolismo arterial después de haber realizado un buceo a 11 metros por 40 minutos.
Sistema respiratorio. En los niños, el esfuerzo de la respiración durante el buceo es mayor que en el adulto debido al menor diámetro relativo de sus vías respiratorias y a la mayor densidad del gas respirado. Además, las infecciones respiratorias en los niños son frecuentes, lo que aumenta el riesgo de obstrucción de las vías respiratorias por mucosidad. Por esta razón, cualquier proceso inflamatorio de las vías respiratorias pueden producir broncoespasmo que puede dar lugar al llamado atrapamiento de aire. Es decir que el aire no pueda ser exhalado normalmente y quede “atrapado” en las vías aéreas pequeñas, especialmente durante la espiración. Durante el ascenso, de regreso a la superficie de un buceo, el aire atrapado en el árbol respiratorio aumenta de volumen (ley de Boyle) dando lugar a lo que se conoce como “cuadros por sobrepresión pulmonar”, que clínicamente se presentan como neumotórax, enfisema mediastinal o incluso embolia arterial gaseosa.
El sistema respiratorio de los niños es mucho más sensible a los estímulos irritantes como el aire frío y seco, que el de los adultos. Esta hiperreactividad bronquial también puede ser un riesgo debido a los elementos normalmente presentes durante el buceo: el ejercicio, la respiración de aire seco y frío, la hiperventilación, una cierta cantidad de ansiedad, y la aspiración de pequeñas cantidades de agua. Tal es así, que después de la inmersión, incluso a la profundidad de la piscina, se ha observado la disminución de ciertos volúmenes ventilatorios (FEV1, FEV1/FVC, MEF25 y MEF50), aunque sólo son significativas (reducción del FEV1> 10%) en el 12-18% de los niños. Es por esto que los niños que sufren espasmos bronquiales inducidos (disparados) por el ejercicio o por el frio, o que sean asmáticos, no deben bucear.
Vías aéreas superiores. Un tema del que no debemos olvidarnos, son las características anatómicas de las vías aéreas superiores de los niños. Las trompas de Eustaquio, a trevés de las cuales compensamos los cambios de volúmenes de aire del oído medio, son más pequeñas y se encuentran más horizontales en los niños que en los adultos. Esto hace que se dificulte el drenaje del líquido del oído medio hacia la rinofringe (parte trasera del paladar blando), incluso en condiciones normales. Si las trompas de Eustaquio están inflamadas u obstruidas por mucosidad debido a una enfermedad respiratoria (resfriado, alergia), el líquido no podrá drenar normalmente. Es por esta razón por la cual los niños padecen más otitis media (infecciones de oído medio) que los adultos. De la misma manera, también estarán más predispuestos a sufrir barotraumas por dificultad para compensar las presiones del oído medio.
Hipotermia. La relación existente entre el peso corporal, la distribución del tejido adiposo y la pérdida de calor, puede llevar a la hipotermia durante el buceo. Los niños tienen un menor peso corporal, menor cantidad de tejido adiposo y una relación de peso-superficie corporal mayor que los adultos, por lo tanto, se incrementan las pérdidas de calor y el riesgo de hipotermia. Es por esto que es de suma importancia que el equipo de protección térmica que utilicen, permanezca bien ajustado y sea de calidad acorde a las necesidades, al igual que el casco, las botas y los guantes. Además del equipo, otro aspecto a considerar es la duración del buceo, ya que guarda una relación directa con el riesgo de padecer hipotermia.
Los huesos. Desde el punto fisiopatológico, son de gran importancia los núcleos de crecimiento óseo de los huesos largos, en los niños. Es a partir de ellos que se produce el crecimiento longitudinal de los huesos. Éstos tienen características particulares que hacen que tanto la disolución de gases en ellos, como su eliminación, sean muy particulares. Si durante la descompresión, después de haber realizado un buceo con SCUBA, se produce un estrés descompresivo importante formándose burbujas en estos núcleos, se generará isquemia (falta de circulación de sangre) y se detendrá el crecimiento de ese hueso. Y no solo las burbujas pueden afectar los núcleos de crecimiento, sino que también acúmulos de plaquetas que se formarían después de haber realizados buceos sin signos o síntomas de ED, que también podrían afectar el sistema nervioso central del niño. Dicha agregación plaquetaria aumentada, la hemos observamos en voluntarios que, una vez finalizados buceos simulados, la presentaron alrededor del 60 % de ellos. Esto podría significar la aparición de lesiones irreversibles en el cerebro del infante que se encuentra en plena etapa de desarrollo. Es por todo lo antedicho que yo no soy partidario de que los niños buceen con SCUBA o con suministro de aire desde superficie, antes de los 15 ó 16 años.
Accidentes de buceo
Es difícil determinar la incidencia de los accidentes de buceo en los niños, debido a la falta de estudios prospectivos. De acuerdo con el Reporte de Accidentes Descompresivos de Divers Alert Network, se estima que la tasa de accidentes mortales oscila entre 16-71 / 100.000 en buzos recreativos por año, de los cuales el 3% involucra a niños. La mayoría de los accidentes fatales relacionados con los niños, fueron causados por ahogamiento o embolia gaseosa. Algunos de los niños/adolescentes involucrados, ni siquiera habían recibido un curso de formación y muchos estaban realizando buceos a gran profundidad, en cuevas, o en buques hundidos. Del mismo modo, en un estudio realizado por Smerz R y col. evidenció que en el 50% de los accidentes de buceo se relacionaron con niños que padecian de asma, antecedentes de ansiedad o trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH), o los niños que realizaron un ascenso rápido debido al pánico o al agotamiento del aire del equipo.