Velocidad de ascenso
“…VÍSTEME DESPACIO, QUE ESTOY APURADO…” Parafraseando a Napoleón Bonaparte, podríamos decir sin posibilidad de equivocarnos: “…descomprímanme despacio que quiero llegar sano y rápido a la superficie…”
Un buzo que ha realizado un buceo recreativo multinivel a una profundidad de 20 metros por un total de 35 minutos, deja el fondo e inicia su ascenso a una velocidad muchas veces indeterminada y realiza una “parada de seguridad” de 3 minutos a 5 metros de profundidad. Una vez finalizada la misma, va para la superficie y en la mayoría de los casos a una velocidad que excede la recomendada, llegándose a observar velocidades de ascenso de hasta 30 ó 40 metros por minuto en este último tramo del buceo. Entonces, se puede hacer la siguiente pregunta: ¿Cuál es la velocidad de ascenso más segura y a qué profundidad se debe realizar o no paradas de descompresión de seguridad?
Haciendo una revisión de los procedimientos descompresivo utilizados desde comienzos del siglo pasado hasta nuestros días, se puede ver que cuando Haldane (fisiólogo ingles) fuera contratado por el Ministro de Guerra de la Real Marina de Inglaterra (su hermano) para solucionar la gran cantidad de accidentes descompresivos que estaban teniendo los buzos que trabajaban en la construcción de los muelles en el Peñón de Gibraltar, éste y sus colaboradores desarrollaron el modelo matemático que permitía realizar descompresiones a las cabras con las que trabajaban (que podían ser traspoladas a los buzos), minimizando la posibilidad de que se desarrollasen signos o síntomas de un accidente descompresivo.
Para ello, hipotéticamente dividieron al cuerpo en 5 tipos de tejidos cuyos tiempos de media saturación eran de 5, 10, 20, 40 y 75 minutos. Es decir, que en ese tiempo se saturaban a la mitad con el gas inerte respirado. De esta manera se calculó la saturación o la cantidad de gas disuelto en los diferentes “tejidos” y con esto, las tablas de descompresión, las que eran en forma escalonada con paradas de descompresión y no en forma lineal. Vale decir que se realizaban paradas de descompresión por un tiempo determinado a diferentes profundidades con la finalidad de permitir que los tejidos eliminasen lentamente el gas disuelto en ellos sin que se produjese una sobresaturación con la consiguiente aparición enfermedad de la descompresión.
Haldane no solo tomó en cuenta las paradas de descompresión en el proceso de la descompresión, sino que también hizo hincapié en la velocidad de ascenso, la cual era de crucial importancia ya que permitía una lenta salida del gas disuelto de los tejidos. Para ello determinó que esta velocidad de ascenso debería ser de entre 1,5 a 9 mts./min. Esta velocidad de ascenso mantuvo su vigencia por casi 40 años hasta que, a mediados del siglo pasado, el Comandante Fane de la Armada de los Estados Unidos de Norte América, estimó que esta velocidad era muy lenta y propuso realizar una velocidad de ascenso de 30 mts./min. Esta propuesta no fue aceptada por los buzos que utilizaban el traje de buceo pesado con escafandra, y empíricamente, finalmente la Armada de los Estados Unidos de Norte América estableció que la velocidad de ascenso fuese de 18 mts./min.
Durante los siguientes 20 años se utilizó esta velocidad de ascenso en casi todo el mundo, debido a que las tablas de descompresión de la Armada de los Estados Unidos de Norte América tenían una baja incidencia de enfermedad de la descompresión. Esto funcionaba muy bien para los buceo cortos y poco profundos, pero se empezó a observar que en los buceo profundos y por un largo tiempo de fondo, la incidencia de enfermedad de la descompresión aumentaba notablemente, lo que implícitamente significaba que el ascenso a la superficie después de haber realizado este tipo de buceo, requería una velocidad de ascenso mucho menor.
Fue así que, en la década de 1970, el profesor suizo A. Buhlmann volvió a los conceptos de principio de siglo y elaboró nuevas tablas de descompresión reduciendo la velocidad de ascenso a un máximo de 10 metros por minuto Para realizar los cálculos matemáticos, incrementó los tiempos de media saturación de los tejidos de 6 a 16, que iban desde 4 minutos a 635 minutos. Estas nuevas tablas Buhlmann se hicieron muy populares en Europa y posteriormente en los EE.UU.
En julio de 1996, explotó y cayó en el océano Atlántico el Boeing 747 de la TWA 800, hundiéndose a una profundidad de 38 metros. En la operación de rescate se emplearon 375 buzos que realizaron un total de 4344 buceos en diferentes configuraciones. Los buzos utilizaron las tablas de buceo de la Armada de la Estados Unidos de Norteamérica y tuvieron una incidencia de accidentes descompresivos de 4,7 %, la cual fue muy elevada, si se las comparaba con las tablas de DCIEM de Canadá, o incluso las utilizadas en buceo comercial. Fue así que después de realizar una extensa revisión, en 2008, la Armada de la Estados Unidos de Norteamérica publicó las nuevas tablas de buceo, en las que disminuyó la velocidad de ascenso a 9 metros por minuto e incorporó la opción de utilizar oxígeno o aire en las paradas de 9 y 6 metros y realizar la última parada de descompresión a 6 metros de profundidad, en lugar de los 3 metros de la tabla anterior y de allí a superficie.
En 2002, el profesor Alessandro Marroni realizó un estudio en el cual a 1418 buzos deportivos se les realizó un estudio de Eco Doppler cardíaco 15 minutos, 90 minutos y 48 horas posteriores a haber realizado buceos sin paradas de descompresión, con la finalidad de detectar burbujas circulantes en la parte venosa y en las cavidades derechas del corazón. Observaron, al igual que otros autores, que en todos los casos las burbujas circulantes se empezaron a detectar entre 30 y 40 minutos después de haber finalizado el buceo y que en el 18% de los buzos, las burbujas se presentaron en bajo grado (grado 1-2 de la escala de Spencer) y en el 67%, las burbujas se presentaron en un grado elevado (grados 3 y 4 de la escala de Spencer). De acuerdo con los perfiles de buceo realizados, quedó evidenciado que los tejidos rápidos (médula espina, cerebro, etc) son los que están expuestos a un mayor estrés descompresivo durante la práctica de buceo deportivo.
Basado en este último estudio, el mismo grupo de autores evaluó 181 buceos a 25 metros de profundidad realizados por 22 voluntarios. Utilizaron diferentes combinaciones de velocidades de ascenso de 3, 10 y 18 metros por minuto sin paradas de descompresión o con una parada de seguridad a 6 metros de profundidad por 5 minutos o con una parada de descompresión profunda a 15 metros por 5 minutos, seguida de otra a 6 metros de profundidad por 5 minutos. Los grados más elevados de burbujas en el Doppler cardíaco posterior al buceo, fueron observados en los buzos que realizaron buceos con una velocidad de ascenso de 3 metros por minuto sin parada de descompresión, mientras que los grados más bajos de burbujas circulando, fueron registrados en los buzos que realizaron una velocidad de ascenso de 10 metros por minuto y que hicieron una para profunda a 15 metros y otra a 6 metros de profundidad.
Si se toma en cuenta lo visto hasta ahora, actualmente está totalmente aceptado que la velocidad de ascenso después de haber realizado buceos de tipo deportivo, es de entre 9 y 10 metros por minuto, lo que significa que para ascender 1 metro en el agua se debe tomar unos 6 ó 7 segundos. Si se observa con detenimiento cualquier tabla de descompresión, se observará que a medida que se está llegando a la superficie, los tiempos de las paradas de descompresión son más extensos, de lo que se infiere que a medida que disminuye la presión, la velocidad de ascenso también deberá ser más lenta que a mayor profundidad.
A modo de ejemplo se puede ver en la figura 1 un perfil real de buceo de un buzo que al finalizar el mismo tuvo un síntoma grave de enfermedad de la descompresión. En este perfil lo que se destaca, es la excesiva velocidad de ascenso desde la parada de seguridad a unos 4-6 metros de profundidad, hasta la superficie.
En la figura 2 se observa el perfil real de un buceo técnico durante el cual el buzo realizó el ascenso a superficie desde la parada a 6 metros de profundidad, a una velocidad tal que para llegar a la superficie se demore al menos, 2 minutos. De hecho, NAUI Tech aconseja una velocidad de ascenso desde el fondo hasta la primer parada y entre paradas, de 10 metros por minuto y desde la última parada hasta superficie, hay que disminuir la velocidad a 3 metros por minuto.
Por otro lado, se ve que la parada profunda descripta inicialmente por el Dr. Richard Pyle, también disminuye el estrés descompresivo, pero por el momento, solamente está indicado en buceos deportivos y realizados a una profundidad superior a los 18 metros.
Se debe tener siempre presente dos conceptos que hacen a la descompresión. El primero es que todos los buceos son con descompresión. Pueden o no tener paradas de descompresión, pero la velocidad de ascenso hace a la descompresión ya que si ésta es excesivamente rápida, se generará un estrés descompresivo importante con la consiguiente formación de burbujas y la aparición de signos y/o síntomas de un accidente descompresivo.
En segundo lugar, es que siempre se formarán burbujas durante la descompresión, tanto en la circulación venosa como en las cavidades derechas del corazón. Mientras éstas no sobrepasen la talla crítica de 30-40 micrones, no producirán signos o síntomas de enfermedad de la descompresión. Los grandes aliados de los buzos, son los pulmones que actúan como filtros reteniéndolas en la red capilar no permitiendo que lleguen a las cavidades izquierdas del corazón y de allí al resto del cuerpo.
Siguiendo en la búsqueda de evidencia científica, encontramos el trabajo publicado por el Dr. Carturan del Htal. Salvador de Marsella, quienes evaluaron entre 1996 y 1999, a 28 buzos recreativos que realizaron dos inmersiones en mar abierto, a 35 m de profundidad por 25 minutos. Algunos de los buzos (15) realizaron el ascenso a 9 mts. por minuto, mientras que otros (13) lo hicieron a 17 mts. por minuto. Del total de los buzos, 13 ascendieron a 17 mts. por minuto y el resto a 9 mts. por minuto. Después de haber realizado las dos paradas de descompresión por tabla, una vez en superficie, a ls buzos se les realizó un Ecocardiograma Doppler transtorácico cada 10 minutos durante una hora, con la finalidad de detectar la presencia de burbujas circulando en el corazón derecho. Ninguno de los buzos presento signos ni síntomas de enfermedad de la descompresión.
La media del grado de burbuja por Doppler fue significativamente mayor en los buzos que realizaron el ascenso rápido, en comparación con los que lo realizaron de forma más lenta. El análisis estadístico demostró un grado de burbujas significativamente mayor y un KISS significativamente mayor después de la descompresión rápida comparado con el lento (respectivamente p = 0,001 y p = 0,0001). En conclusión, estos resultados demuestran que una velocidad de ascenso de 9 m / min es más segura que una velocidad de 17 m / min.
Dr. GMauvecin
Lectura sugerida
Carturan D, Boussuges A, Molenat F, Burnet H, Fondarai J, Gardette B. Ascent Rate and Circulating Venous Bubbles in Recreational Diving. Int J Sports Med 2000; 21: 459–462